Reflexiones para tí.

La familia de Rahab

Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó. Josué6:25 (RVR).

Lot era el sobrino de Abraham, hombre venerado por casi todas las per­sonas con las que convivía. Cuando llegó el momento de la destrucción de Sodoma y de Gomorra, él no consiguió convencer a nadie de lo que iba a suceder.

Rahab era una muchacha que un día salió de la casa de su padre para trabajar como ramera. Una multiplicidad de factores terminó llevándola por ese camino; pero lo cierto es que, como mujer, en esa condición social, era maltratada y no respetada por casi todas las personas con las que tenía algún tipo de contacto. Cuando llegó el momento de la destrucción de Jericó, ella volvió a la casa de su padre y consiguió convencer a todos sus familiares de lo que iba a suceder. En los días que siguieron a la visita de los espías, Rahab se dedicó a predicar la pronta destrucción de la ciudad y la promesa que ella tenía de salvación.

Como buena discípula, comenzó por los que tenía más cerca. Para predicar, no precisas cruzar el Atlántico.

-¡Sí!, nosotros sospechamos lo mismo. Este pueblo de Israel es poderoso en la guerra. Pero ¿qué hacer? ¿Cómo hacer para salvarnos? Nadie consigue entrar ni salir de esta ciudad.

-¡Vengan a mi casa! Es el único lugar de salvación. El cordón rojo es la garantía de vida.

¿Cómo pudo ser que aquel lugar, la casa y lugar de trabajo de una ramera, fuera el único lugar de salvación? ¿Y los templos? ¿Y las casas de los religiosos? ¿Y…? ¡Cualquier lugar, menos la casa de esta mujerzuela!

Pero, Rahab creía en lo que estaba anunciando. Y cuando uno tiene fe, lo que dice se tiñe de colores tan fuertes y vivos que es difícil no aceptar las palabras que escuchamos. Rahab debió haber hablado con tanta convicción, con tanta seguridad que un par de días después los mismos jóvenes espías la tuvieron que sacar de la casa; a ella junto con su padre, madre y hermanos (Jos. 6:23).

Ella pudo; tú también.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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